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Las verdades duelen, pero las apariencias destruyen por dentro

Escribir me da paz. Me ayuda a poner en perspectiva muchas cosas que me pasan y que siento que tienen un impacto en mi vida de una u otra forma. Escribir es una forma en la que puedo canalizar mis sentimientos y emociones. Me permite reflexionar y sopesar algunas cosas antes de reaccionar o actuar de cierta manera, especialmente para evitar respuestas impulsivas de las que luego me pueda arrepentir.


En ocasiones sí puedo ser bastante impulsiva. El yoga me ha ayudado mucho a manejar un poco mejor esa "explosividad" que a veces puede ser dañina, tanto para mí como para otros. En ocasiones puedo procesar lo que suceda con calma, respirar profundo, reflexionar y luego actuar acorde a lo que siento y creo correcto. Sin embargo, hay otros momentos en los que la emoción es tan fuerte que simplemente explota y ya. A pesar de que el yoga me ha enseñado mucho, sigo aprendiendo, no soy perfecta (ni busco serlo) y no tengo todas las respuestas. De vez en cuando puede pasar que un cable pelado hace corto circuito. En esas ocasiones, intento no herir a la gente; a veces creo que no lo hago, pero puede pasar que sí. Otros momentos simplemente exploto con quienes más quiero, porque son los que están ahí, supongo que por eso está la frase de "la confianza da asco".


Lo bueno es que, aunque la reflexión y pausa no llegan en el momento que corresponden para evitar la explosión, después de que "el fosforito se apaga", entra la calma y con ella el proceso de introspección. Por ese lado, me siento orgullosa. No me considero sabia de la verdad y de la razón, si en mi proceso descubro mis errores, los reconozco y pido disculpas a quien se las tenga que dar, porque me gustaría que en caso contrario hicieran lo mismo.


Sin embargo, reconocer errores y tener conversaciones incómodas, no es algo que sea del agrado de muchas personas. No sé cuáles pueden ser sus razones, si temor, ansiedad, falta de interés o importancia o que simplemente prefieren dejarlo ir y ya. No busco decir que mi forma de manejar momentos desagradables o incómodos sea la mejor o correcta, simplemente comparto mi manera, porque hasta ahora es la que me ha funcionado y a la larga es la que más paz me ha dado. Ciertamente, previo a las conversaciones, uno está nervioso, evaluando escenarios y sopesando de si es buena idea. Nuevamente, la loca de la azotea haciendo de las suyas, por eso hay que respirar y hacer caso a la intuición, que te dice qué es lo correcto, aunque la mente no te crea. Pues me he dado cuenta que cuando realmente se está en el momento de dichas conversaciones, no es tan grave como uno se hace la película en la cabeza. Puede doler decir o escuchar ciertas cosas, pero si se dicen con el corazón, en calma y respirando, permitiendo que el otro también se exprese, al final es mejor, sobre todo si sienten que no falta nada por decir y si realmente luego de hablar, cada parte está dispuesta a dejarlo y seguir adelante.


He descubierto que expresar abiertamente lo que siento es mejor, me da más paz y me permite avanzar sin remordimientos, arrepentimientos ni dolores que no se sanaron.


Todo esto viene porque pronto me toca tener un par de esas conversaciones. He tenido mi proceso de reflexión y aunque siento que puede ser doloroso, creo que será mejor hablarlo, compartir el dolor y dejarlo ir que simplemente tragármelo y hacer como si no hubiera pasado nada, ya que pasó y si quiero avanzar y seguir con estas relaciones porque me importan, lo mejor es ser sinceros. Las verdades duelen, pero las apariencias pesan y carcomen por dentro. No sean sus propios verdugos cargando algo que pueden soltar.



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