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Buscaba silencio y encontré más. Mi historia del yoga


Siento que ya es hora de compartir mi historia, porque todos empezamos como una hoja en blanco. Sin saber si quiera si funcionaría o no. A ver si ayudo a quitar un poco los mitos y tabúes del yoga.


Hoy pareciera que el yoga siempre ha formado parte de mi vida, ya que es un pilar esencial en mi rutina. Sin embargo, hace un tiempo atrás no era así. Por eso repito que el yoga es para todo el que quiera y se atreva a enfrentarse con [su propia] la realidad, a hacerle saber a la loca de la azotea quién manda y cuando uno quiera. Por supuesto, también están los beneficios físicos (especialmente para la espalda). Sobre esto, debo decir que, aunque actualmente puedo publicar algunas fotos en las que se note la flexibilidad, fortaleza o equilibrio, haciendo posturas "más interesantes"; lo cierto es que era y todavía soy una persona muy “patuleca”, torpe y rígida. El yoga me ha enseñado lo que es capaz de hacer el cuerpo con constancia; pero los beneficios físicos no son lo que más agradezco.

Gracias al yoga pude conocerme mejor, descubrir mis distintos tonos de grises, aceptar más cosas de mí. He descubierto que puedo tener mis bases y valores bien asentados y al mismo tiempo ser flexible; que mi peor enemigo no tengo que ser yo, si vuelvo a la loca de la azotea mi mejor aliada; que puedo valorar mucho más mis relaciones interpersonales y el tiempo que comparto con cada una de ellas. El yoga me ha enseñado a respirar conscientemente y emplear eso a mí favor para calmarme en momentos de ansiedad. No digo que gracias al yoga ahora toda mi vida es color de rosas. Nada de eso, todavía me queda mucho por aprender y un largo camino que recorrer; empero, gracias a lo poco que he aprendido, puedo llevar mejor las dificultades y los obstáculos.


A veces se hace más sencillo, pero siempre que agarro mi mat y dejo a un lado todo lo que me atormenta, para dedicar unos minutos a mi práctica, veo las circunstancias bajo otra luz. Por supuesto que no siempre tengo la misma disposición, en ocasiones la flojera pega, pero se trata de disciplina y saber que al terminar mi práctica estaré mejor que antes.


Con eso creo que he resumido parte de los beneficios de una práctica constante de yoga, así que sin más rodeos, te contaré mi historia:


Desde niña he estado en alguna actividad deportiva o física (sí, a pesar de mi torpeza). Hice natación, flamenco y danza libre de niña y adolescente. El ejercicio, como parte de la rutina, siempre ha sido importante en mi casa. Por eso, al entrar en la universidad comencé a ir al gimnasio. Me gustaba, pero no me fascinaba. Luego conocí la montaña, siendo el senderismo y montañismo, mi otra actividad deportiva predilecta, pero eso es otra historia...

Con todo y mis actividades, me faltaba algo, pero no sabía qué. De pequeña, recuerdo que mi mamá practicó durante un tiempo yoga, que le encantaba, pero luego lo dejó a causa de una lesión. Mucho tiempo después, entre 2015 y 2016, retomó su práctica, por lo que comenzó a decirme todos los beneficios que tenía y lo mucho que sabía que me gustaría si probaba (como buena mamá no se equivocó). Pero con los horarios de la carrera era un poco difícil ir con ella, además ya estaba acoplada a mi rutina del gimnasio, que me quedaba cerquita de la universidad.

Por ello, no fue hasta finales del 2016 que fui con ella a una clase. Para ese entonces estaba estresada con temas de la universidad, ya que formaba parte del centro de estudiantes además de mis materias (ya avanzadas de la carrera); a su vez, estaba trabajando medio tiempo, mi abuelo había fallecido recientemente y había terminado una relación. Todo ello llevó a que no estuviera durmiendo bien y sentía un ruido constante en mi cabeza. Hasta que un día, que me cancelaron una clase, asistí con mi mamá a una de sus clase de yoga.

Recuerdo que al final de ese “Savāsana” (cosa que me parecía extrañísima en ese entonces) sentí un silencio interior que hacía tiempo no sentía. El rumiar de mi mente que siempre estaba ahí, había parado, incluso al estar en esa posición de descanso en la que no estaba concentrada en nada. Me permití sentir, estar ahí y recibir lo que había aprendido durante esa práctica. Al salir de la clase me sentía ligera y recuerdo que le dije a mi mamá que no sabía cómo iba a hacer, pero que me encantaría repetir. Coordinamos para ir otros días de la semana y que no me coincidiera con la universalidad. Al recordar ese momento, puedo reconocer que después de varias clases pensé: "esto es, esto es lo que he estado buscando, pero no había probado antes".

Para ese entonces tenía 21 años y de ahí en adelante trato de aplicar en mi día a día lo que aprendo en el mat. Así ha ido sucediendo con el paso de los años a través diferentes adversidades, porque el hecho de que el yoga sea parte íntegra de mi vida, no quiere decir que no tenga momentos bajos, pues claro que los he tenido y posiblemente seguiré teniendo; pero ahora sé que mi mat siempre está ahí para encontrar mi centro, mi balance interno. Además, todavía soy y seguiré siendo estudiante, porque siempre hay algo nuevo que aprender, de uno mismo, los demás, nuestro entorno y esos momentos de adversidad.

En cuanto a mi certificación como profesora de yoga, vino por lo mismo, una coyuntura de gris oscuro en la que vi la oportunidad de profundizar en mi práctica, para poder llevarla conmigo a donde quiera que fuera y posteriormente compartirla.

Con esa idea te comparto esto: el yoga me ha enseñado que la paz que buscamos (y anhelamos) no viene de afuera, aunque el mundo exterior sea el que nos abrume. La respuesta está en encontrar la calma con el foco hacia ti, entender el origen de la inquietud y qué genera en ti. Las etapas gris oscuro hay que enfrentarlas y no debes temerlas o rechazarlas, pues son parte de tu recorrido y si han sucedido es por algo; bien sea algo nuevo que aprender, reconocer y/o soltar.


Brevemente, esa es mi historia. Los detalles no vienen al caso, lo que quiero dejarte es que, si crees que el yoga no es para ti sin haberlo probado, dale una oportunidad. En caso de que sí probaras y no te gustara, válido; pero espero que tengas o encuentres una actividad, hobby, deporte o distracción que te brinde la misma paz y satisfacción que me concede el yoga. Créeme, es importante que la encuentres, pues será ese espacio al que siempre puedas ir cuando necesitas callar un rato a la loca de la azotea para encontrar el silencio.


Te manda un abrazo de 8 segundos,

la atolondrada que trabaja el balance.



P.D. Gracias por la insistencia.

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