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Historias vienen y van... Observa y descubrirás

¿Alguna vez te has sentado en algún lugar simplemente para observar a la gente pasar? Si no lo has hecho, pues te estás perdiendo de mucho, porque nunca sabes qué puedes encontrar. Igual, creo que todos en nuestra justa medida observamos a otras personas, supongo que es parte de nuestra naturaleza y proceso de aprendizaje.

Sin embargo, si lo quieres intentar alguna vez como ejercicio creativo, mi recomendación sería: ve a un parque, siéntate en un banco o en la grama (como prefieras) y presta atención de las distintas personas que pasan caminando frente a ti. Detállalas, su ropa, su forma de andar, sus caras, si van solos o acompañados, si están escuchando música o hablando por teléfono. Intenta descifrar qué hay detrás de cada individuo que aprecias con atención. Verás que interesante puede llegar a ser el proceso creativo que realiza tu mente.


Personalmente, me encanta ver a la gente cuando salgo a la calle. Lo siento como una experiencia interesante y divertida en sí misma que disfruto tanto sola como acompañada. Si estoy acompañada, se vuelve un juego más entretenido todavía. ¿La razón?Me encanta inventar historias de vida de las personas que observo. Si estoy con alguien, pues el juego se vuelve más creativo y ocurrente, ya que se combinan las perspectivas de cada uno, descubriendo que cada quien resalta detalles distintos por nuestras propias personalidades.


El asunto es que llevo divirtiéndome con este juego desde pequeña. Fue algo que mi papá nos enseñó a mis hermanos y a mí, pues él siempre lo hacía. Cuando estábamos en algún lugar sentados, él estaba concentrado, tranquilo y nos generaba intriga. “¿Qué tanto mira papá ahí sentado?” nos preguntábamos, mientras nosotros estábamos aburridos; hasta que nos compartió su secreto, un juego para dar vuelo a la imaginación.


Actualmente, observar a los demás de esta forma me ha permitido reconocer y valorar muchas cosas. Cuando detallo a las personas para inventar sus historias de vida, busco identificar sus gestos, sus expresiones, su lenguaje corporal (como puedes ver el juego ha subido de nivel). Lo hago de esta manera porque me permite reconocer mi propia realidad y poner en perspectiva los problemas, desaciertos, incertidumbres, momentos malos o buenos de mi vida. ¿Cómo ajusto el juego así? Bueno, al contemplar a otros puedo apreciar que sea lo que sea que esté pasando en sus vidas, no tengo idea de qué es y probablemente nunca lo sabré. Así como ellos jamás sabrán lo que esté pasando en mi vida, y eso está bien; ya que al darle esta vuelta descubro que cualquier cosa que me esté pasando, si me genera angustia, no es tan grave como mi mente (o la loca de la azotea, mejor dicho) me hace creer.


El mundo no se detiene, millones de personas siguen con sus vidas constantemente, también con sus propios problemas o angustias, por los que, de igual manera, mi vida tampoco se detiene. Al realizar esta línea de pensamiento siempre me entra un pequeño respiro. No porque no debamos preocuparnos por otros y mandar todo al carajo. Claro que no, es todo lo contrario. Se trata de reconocer lo afortunada que soy en mi justa medida.


Consiste en no ser tan serios y duros con nosotros mismos, con nuestras vidas y las decisiones que tomamos diariamente. Consiste en reconocer en el otro lo que posees y lo que careces. Consiste en notar cómo otras personas con tan poco hacen tanto y, por el contrario, personas con tanto hacen poco. Consiste en poner en perspectiva nuestras vidas. Consiste en salir un momento del bosque que abruma, del que a veces no encuentras salida, para subir a la copa de los árboles y permitirte disfrutar los pequeños detalles del día: un café con una persona querida, un abrazo, una caminata agradable… Todo ello, sin que la sombra e inmensidad del bosque nos oculten esas pequeñas alegrías.


Esa es mi historia, la chama que se sienta en un parque, con media sonrisa, a observar a otras personas para poner en perspectiva la suya. No importa cuál sea la historia que otros inventen de mí, después de todo es sólo un juego para entrenar la creatividad. Lo único que importa es la historia con la que yo estoy tranquila. Por eso sigo jugando a inventar historias, para reírme (de mí y mis inventos), quitarle seriedad a los desafíos, soltar y avanzar. Entonces, si juegas, recuerda que se trata de estar en paz con tu historia.

P.D. Tengo tantas anécdotas de personas que observo, que probablemente luego escriba por aquí el conjunto de historias de estos extraños que se vuelven protagonistas de mi imaginación.

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