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El río y la mente en un instante...

El fluir del agua… Ver el agua de un río tranquiliza, por lo menos a mí me sucede, dejo la mirada fijada en el movimiento del agua y busco que mis pensamientos desaparezcan por un instante al solo concentrarme en el vaivén del agua. Siento que la mente es igual a un río. Si el agua del río está alborotada, éste se desborda y genera temor, desastre y angustia. Lo mismo pasa con la mente cuando está alborotada, genera ansiedad, estrés o miedo. ¿Será que simplemente hay momentos en los que la mente aumenta su cauce, se desborda y descontrola sin razón, sin poder hacer nada al respecto para prever ese momento y evitarlo?

Sentada frente al río, puedo decir que mi mente está como el Rin en este instante, fluyendo en calma, en paz con su entorno, con todo lo que está sucediendo alrededor, sin permitir que lo que pase, afecte su tenue curso. He aprendido a decirle a mi mente, a esa loca de la azotea que a veces se descontrola, que ella no me domina, ni me define. He aprendido a decirle “descansa, ahora no necesito de ti, porque sólo estoy aquí viviendo y tú debes fluir con eso”. No se trata de ver a la mente como enemiga, como el villano de nuestra película que vino a hacer nuestra vida más difícil; porque realmente, para muchas situaciones es una gran aliada y es nuestra roommate constante, así que nos toca aprender a convivir con ella, lo más armoniosamente posible, queramos o no.


Esa loquita de la azotea es muy buena para resolución de problemas, obstáculos, inconvenientes, acertijos u ocasiones que se nos presentan en un momento determinado; porque es excelente aprendiz, se adapta al cambio rápidamente, aunque puede ser un poco necia en algunas oportunidades... Pero hasta ahí, es una compañera que nos debería facilitar los procesos "complejos" que se presentan en nuestro día a día, para luego dejarla descansar. Puesto que, si le damos rienda suelta en circunstancias en que deberíamos estar tranquilos, simplemente vivir y disfrutar del momento, se puede tornar como el río que se desborda cuando llega una tormenta, acabando con todo a su paso; ya que no sabe lo que es una pausa, un descanso. La mente es una gran aprendiz, pero primero hay que enseñarle a descansar y hacerle saber que está bien, acompañándola en ese proceso de aprendizaje, para lidiar mejor con la frustración.


La mente es como el río, por ello, busca que tus días tengan un cielo despejado, se asome el Sol tras las nubes y se aleje la tormenta que alborota el río. Verás qué linda puede ser la vista desde la orilla con un río en calma y con el calor del Sol que confirma que todo está bien. Y en días en que llega la tormenta, sin importar qué, donde no puedes despejar las nubes y el río se alborota, recuerda que el Sol está ahí aunque no lo veas, recuerda que eres más que tu mente alborotada, más que un río desbordado.


El Sol, en este caso, es tu respiración, siempre está ahí aunque no la notes, dispuesta a ayudarte y darte un abrazo caluroso y reconfortante. Respira, no obstante creas que no sirva, respira profundo; confía que está ahí para reconfortarte y notarás cómo el río se calma, evitando que se desborde esa ansiedad desde tu cabeza al resto de tu cuerpo. Sin embargo, si llega a desbordarse, todo estará bien, sigue respirando, porque el Sol siempre está ahí para ti. Luego de que pase la tormenta, las nubes se disiparán, lo podrás ver un poquito mejor y el río se irá calmando. El Sol secará toda el agua que se desbordó y ayudará a que el río fluya con naturalidad.


Confía en el calor de tu respiración, en su relación cercana con tu mente, esa es la forma de comenzar a enseñarle a esa loquita, que puede y tiene que descansar, que no está sola lidiando con todo. Tu respiración está en tu centro, tu pecho, que sube y baja siempre, a pesar de no percibirlo, ese es tu Sol, esa energía eres tú.

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